Los
materiales más abundantes en un residuo electrónico son plásticos, acero,
silicio, aluminio y cobre. Pero en la fabricación de los chips y las placas se
utilizan hasta un millar de sustancias químicas, algunas de ellas muy
contaminantes y conocidos cancerígenos.
Una de
las sustancias problemáticas son los retardantes de llama con que la ley obliga
a cubrir los circuitos impresos, los cables y las carcasas para hacerlos menos
inflamables. Los usados más habitualmente son halogenados: contienen bromo o
flúor, lo que causa que durante la fabricación, el vertido o la incineración
hace que se liberen dioxinas y otros contaminantes en el medio.
También
se utilizan metales pesados, sobretodo plomo, cadmio y mercurio. El plomo se
utiliza para soldar los chips a las placas, y en las pantallas de rayos
catódicos (las que no son planas) para absorber una parte de las radiaciones
electromagnéticas que generan las pantallas. El cadmio y el mercurio también se
utilizan en dichas pantallas.
Durante
el uso de los aparatos electrónicos no estamos expuestos a dichos elementos,
pero se convierten en un peligro cuando se liberan al medio durante la
fabricación y al desechar (de forma inadecuada) el dicho aparato. Pasan a los
seres vivos a través de la cadena alimentaria y, como no los podemos
metabolizar, se acumulan en los tejidos y son una causa de cáncer.
Durante
la fabricación de los chips se emiten al aire perfluorocarbonos (PFCs), que son
gases que permanecen durante mucho tiempo en la atmósfera y contribuyen al
efecto invernadero. Forman parte de los productos cuya emisión se acordó
reducir en el “Protocolo de Kyoto” para frenar el cambio climático.
Otras
sustancias tóxicas que utilizan los aparatos electrónicos son arsénico,
benceno, tolueno y cromo hexavalente. Las carcasas se suelen proteger con
pinturas que contienen disolventes orgánicos. Durante el uso se liberan
compuestos orgánicos volátiles, que provocan que se acumule ozono en las capas
bajas de la atmósfera. El ozono al nivel del suelo causa problemas
respiratorios y dificulta el crecimiento normal de los vegetales. Por otro
lado, los cables suelen ser de PVC.
Los
procesos más sencillos, como el montaje de placas y ordenadores, los suelen
hacer empresas subcontratadas en Malasia, Tailandia, Filipinas, Vietnam,
Indonesia, China, recientemente Europa del Este, y en menor cantidad
Centroamérica, Brasil y Sudáfrica. En las plantas de montaje suelen trabajar
mujeres jóvenes cobrando salarios bajos, con jornadas muy largas, presión por
producir deprisa, y sin sindicatos. A diferencia de lo que pasa en el sector de
los juguetes o del textil, las grandes empresas de material electrónico todavía
no han comenzado a elaborar códigos de conducta que establezcan unas
condiciones laborales mínimas en sus fábricas y empresas proveedoras.
Las
empresas son reticentes a colaborar en estudios de las sustancias tóxicas sobre
la salud. Parece claro que hay una tasa de abortos y malformaciones en bebés
más alta de lo normal entre las mujeres que trabajan en salas blancas (los
trajes especiales que usan evitan la exposición de las obleas de chips a las
impurezas que puedan portar los trabajadores, pero no evitan la exposición de
los trabajadores a los tóxicos). Una sala
blanca, sala limpia o “clean room” es una sala especialmente
diseñadas para obtener bajos niveles de contaminación. Estas salas tiene que
tener los parámetro ambientales estrictamente controlados: partículas en aire,
temperatura, humedad, flujo de aire, presión interior del aire, iluminación.
Durante
la década de los 90, en EEUU y Escocia se ha demandado a algunas empresas
porque la frecuencia de cáncer de cerebro entre los trabajadores de salas
limpias es 2'5 veces más alta que la media, pero los casos todavía están
pendientes por falta de evidencias concluyentes.
En las
plantas de montaje de placas, el peligro más grande es el plomo que se utiliza
para soldar. A principios de los 90 murieron cuatro trabajadores en Tailandia,
la autopsia les detectó un nivel de plomo en la sangre más alto de lo normal.
El resultado fue negado por la empresa donde trabajaban y silenciado por el
gobierno, el principal interés del cual es atraer inversores extranjeros.
Los
compuestos más problemáticos desde el punto de vista medioambiental contenidos
en los residuos eléctricos y electrónicos son los metales pesados, el PVC, los
materiales ignífugos bromados y los compuestos bifenilos policlorados (PCB).
Hablando
de metales, que poseen el 70% del valor residual de un ordenador, podemos
encontrar plomo en las soldaduras y los tubos de rayos catódicos, bario en los
tubos de rayos catódicos, cadmio en las baterías, antimonio en el encapsulado
de los chips, berilio en los PCs antiguos y las conexiones de teléfonos
móviles, cromo en los metalizados, mercurio en baterías, interruptores y las
bombillas que iluminan las pantallas planas, fósforo en monitores, arsénico y
silicio en los microprocesadores, acero en las carcasas, aluminio en los discos
duros, cobre en toda la electrónica, y metales preciosos en las placas de
circuitería.
Hay
numerosas sustancias en diferentes complementos electrónicos de las que faltan
datos o estudios sobre su toxicidad. Por ejemplo:
- El tóner de las impresoras
láser y fotocopiadoras contiene polvo de carbón,
que es un probable cancerígeno.
- Los cdrom contienen aluminio.
- Los cd grabables (cd-r)
contienen pigmentos cianina y ftalocianina.
- Los cds regrabables (cd-rw)
contienen policristal (plata-indio- antimonio-telurio).
- Los minidisk contienen cobalto.
Y
así podría continuar esta lista con todos los dispositivos electrónicos y las
sustancias peligrosas que contienen.
A pesar
de todo, y a diferencia de los desechos tradicionales, el principal impacto
ambiental de la basura electrónica se debe principalmente a un proceso
inadecuado, más que a su contenido tóxico inherente.
En la
actualidad, en Europa la mayor parte de los residuos eléctricos y electrónicos
se incorporan a los flujos de los residuos urbanos, lo que quiere decir que se
desechan en vertederos o se incineran sin ningún tratamiento previo. Así, buena
parte de los agentes contaminantes que se encuentran en los flujos de residuos
urbanos proceden de dichos aparatos.
En el
vertido de residuos electrónicos se liberan metales pesados (como plomo, cadmio
y mercurio) y otras sustancias tóxicas que acaban contaminando la tierra y los
acuíferos. En la incineración de los retardantes de llama bromados y del PVC se
generan dioxinas y furanos extremadamente tóxicos, y el cobre, abundante en la
basura electrónica, empeora la situación debido a que es un buen catalizador de
la formación de dioxinas. Si además la incineración o quemado se realiza al
aire abierto, la inhalación de las emisiones de gas puede provocar ataques de
asma, problemas respiratorios e irritación de ojos. La exposición crónica a
estas emisiones genera enfisema y cáncer.
En el
reciclaje de RAEE, los equipos se desmontan y los componentes potencialmente
peligrosos se aíslan y se entregan a gestores autorizados para su tratamiento.
En la fase de trituración, los materiales se clasifican por tipos, se
revalorizan, se tratan para ser recuperados y, finalmente, se venden a las
industrias que los pueden aprovechar.